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¿Viajero? ¿Turista? ¿Residente?

Hace 2 meses que llegué a Sydney y solo tengo un comentario al respecto: “Amor a primera vivida”. Confieso que antes de venir llegué a sospechar del hecho de que la gran mayoría de las personas que conocían Australia solo tenía cosas buenas que decir. Pero sí, para nosotros los latinos este es un excelente destino: la gente es tranquila y cariñosa, es hermoso, tiene playas divinas y está cerca a otros destinos que para mí eran un sueño, como el sudeste asiático, la Polinesia, China, Japón y Corea. Aun así, hay algo en estos meses que me “incomoda”, porque de alguna forma me ha cambiado los planes psicorígidos que con tanto amor había construido y me ha obligado a pensar en otras variantes de este excitante mundo del “viajero”.


Pero antes hay que ponerse en contexto, porque me atrevo a decir que esta sensación no le pasa a todos. Estamos hablando que el perfil de este viajero es el de un latinoamericano o un europeo entre 25 y 35 años, que viene a Australia con varias ideas en la cabeza *Estudiar *Conocer/viajar *Ganar algo de plata *Ejercer su carrera *Ver qué pasa. Esto en cualquier orden de importancia ¿Te suena conocido este sentimiento? Creo que sí, a muchos de nosotros nos gustaría hacer esto por lo menos algunas vez en la vida. Lo curioso que pasa en Australia es que al llegar aquí el país, de alguna forma, te obliga a pensar en cosas cómo “¿Y si hago una vida aquí?”. Lentamente los viajeros que dejaron todo atrás por una aventura se paralizan al darse cuenta que no tienen un plan como muchos otros compatriotas que ya lleva mínimo 3 años en el país, quienes te preguntan constantemente “¿Piensas quedarte?”. Así que dejan de viajar por ahorrar y el estudiar ya no es una prioridad sino una vía para poder estar más tiempo. Algunos hasta olvidan que un día tuvieron una profesión y no descansan hasta armar un plan a largo plazo y tener todo en sus manos para cumplirlo.


No, esto no es un problema, ni es malo ni bueno, es simplemente una situación que me ha obligado a mirarME y preguntarME “¿Y yo qué era lo que quería al venir aqu?”.


Vamos un poco hacia atrás. Las principales razones para viajar son dos. Primero ir de vacaciones, el famoso “turistear”; y luego visitar familiares o asistir a algún evento especial. Pero para venir a Australia el plan tiene que ser diferente (por lo menos si no tienes familiares en el país). Queda literalmente al otro lado del mundo y el jetlag te dura por lo menos 4 días; segundo, es gigante, así que los típicos 15 días de vacaciones de la mayoría de los trabajos en Latinoamérica no sirven para mucho. Apenas se empieza a pasar el malestar del jetlag y ya te tienes que devolver. Así que como las ganas de viajar continuan, lo que se te ocurre después es “necesito una excusa para visitar un lugar al que seguro no iría de vacaciones porque sí”, y eso ya lo hace interesante y, como en mi caso, se te plantea como una obsesión.


A algunos se nos ocurre lo más obvio: vamos a estudiar inglés. Otros tienen un poco más de ambición y hablan de maestrías o doctorados. Y las decisiones continúan, porque después de que tu plan de viajar/estudiar/desconectarte en Australia te parece un hit, viene el dilema de por cuánto tiempo. Piensas que si estás renunciando a tu trabajo y/o a tus comodidades, estás haciendo una gran inversión, pero además escogiste un destino ridículamente lejano, pero con la ventaja de que puedes trabajar mientras estudias, pues por qué no hacer la cosa todavía más interesante y te vas por todo un año.


Y así, con el plan perfecto de emprender una aventura por 6 meses o un año, ahorrar y luchar con los 3.532* documentos para sacar la visa (para los colombianos), llegas a la tierra de los canguros. Tres horas después de aterrizar, sin entender qué día es y haber oído por lo menos 5 veces el chiste de amigos y familiares en América Latina: “¿Cómo va estar el día de mañana?”, sales corriendo a conocer el Opera House y el Harbour Bridge y ahí ya te has enamorado.


Luego viene la lista de los “to do” de la semana, que incluye abrazar koalas, canguros, comer comida tailandesa, japonesa, coreana, china, vietnamita, indonesia y malaya. Pero el plan empieza a fracasar un poco al ver que has perdido dos días intentando acomodar tu horario, que todo el que pasa te dice que hay otra cosa maravillosa por descubrir y que ya no solo quieres comer comida thai sino viajar a Tailandia. Es ahí cuando dices “bueno, pero si tengo tiempo. Tomémonoslo con calma”. Así que la idea de conocer todo en una semana se extiende a un mes.


Tres semanas después, sobre todo si eres obsesivo como yo, ya conoces los principales barrios, tienes una casa, manejas el sistema de trasporte y empiezas a tener una rutina de estudio, trabajo, happy hour y casa. Comienzas a planear en qué vas a trabajar en las próximas vacaciones ya que tienes tiempo completo y el país se empieza a consumir tus ahorros, así que esa es la oportunidad precisa de recuperar algo de dinero. Es en ese momento en el que te das cuenta que ¡era mentira! tú no viniste a viajar, tú viniste a VIVIR en este país. Por un corto o mediano plazo, pero no eres un turista, eres ahora parte del sistema.


Cuando estás en esa delgada línea que separa tus deseos locos de recorrer el mundo y tener la oportunidad de hacer lo que quieras, pero la NECESIDAD de decidir rápido y hacerlo, es el momento de coger ese plan que traías en la maleta y que seguro te pesaba, romperlo en papelitos muy chiquitos y echarlos a la basura. Eso aquí, ya no te sirve. Lo que sirve en un país como estos son proyectos de vida, o sea sueños y deseos de explorar nuestras capacidades al máximo y aprender a sacar el mejor provecho de eso.

A mí personalmente me alegra ver a tantos latinos, asiáticos y europeos con ideas tan claras sobre su futuro en Australia. Es admirable ver que un país con tanta capacidad de atraer a gente joven convierta a esos jóvenes en personas dueñas de sus propios destinos; empoderados de su capacidad de decidir sobre lo que quieren. ¿Quieres vivir bien y tener una visa de residente? ¿Quieres ahorrar para viajar? ¿Quieres aprender otro idioma? ¿Quieres trabajar y llevar algo de dinero para tu país? ¿Quieres trabajar para seguir estudiando y conseguir un mejor empleo en este país? ¿Qué quieres? ¡Suéñalo, proyéctalo y hazlo!

Es así como pienso que VIVIR en otro país significa demostrarnos a nosotros mismos que tenemos capacidad de reinventarnos las veces que sean necesarias. Y si ese no ese no un viaje, entonces qué es. Conclusión: sigo siendo viajera, ahora haciendo proyectos de vida mientras viajo.

*perdón la exageración, pero yo anillé mi aplicación porque no me cabía en una carpeta.



El cliclé y la mirada de sorpresa del fotógrafo. Amé el Opera House

Poniendo esos pequeños piecitos que el unvierso y mi madre me dieron en el Tasman Sea

No lo abracé porque estaba dormido

No puede faltar el lado sexy de Sydney

Mi bella nueva ciudad


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