Decisiones de viaje
Una de mis cosas preferidas de los animales es que son más intuición que miedo y responden a lo que los hace sentir tranquilos y felices. Los humanos, por nuestra parte, estamos llenos de miedo. Siempre estamos pensando en las consecuencias (las más fatídicas seguramente) y nuestras decisiones dependen de la crianza, la sociedad, las experiencias familiares y en general, a un montón de factores externos. Me atrevo a decir que esas ataduras son las que nos permiten sobrevivir, pero ¿no será mejor vivir en lugar de simplemente sobrevivir?
La seguridad de ser mejores cada día en lo que hacemos y ser reconocidos económicamente por ello es un panorama bastante favorable, pero un día conoces el hueco en el estómago que te da cuando metes tus pies por primera vez en el Mediterráneo, conoces el David de Michelangelo o después de 4 días de caminata ves la Puerta del Sol al amanecer en Machu Picchu. De ahí en adelante nunca más podrás estar seguro de dónde te sientes más feliz: si en la oficina haciendo lo que te gusta o en la calle asombrándote al conocer mundos diferentes a los tuyos. Viajar se convierte en una adicción... como es mi caso.
La dualidad en mi viaje personal
Desde que viajé a Chile respondiendo una promesa que le hice a mi marido el día que nos casamos, los que se quedaron en Colombia no han hecho más que preguntar: ¿ya conseguiste trabajo? ¿Qué estás haciendo? ¿Te vas a dedicar a hacer familia (o sea, te vas a dedicar a tener hijos)? Bueno, no les voy a mentir, este no es un escrito sobre cómo llegue a ser una mujer libre de prejuicios y ahora me dedico a viajar por el mundo y vivo de quién sabe qué. Todas esas preguntas a mí también me preocupan. Esto más bien una reflexión inicial sobre mi sueño: el de hacer mi propio camino y de construir una relación de pareja que sea nuestra, no la de mis papás ni la de mis conocidos.
Nosotros, los menores de 35 y mayores de 28, somos una generación que ha resignificado el concepto de "vivir libre". Después de generaciones y generaciones de sedentarismo y síndrome de acumulación, la mayoría de nosotros quiere viajar y los jóvenes ejecutiv@s en plena etapa de reconocimiento de sus capacidades también sueñan con dejar atrás la oficina y decirle a su chico o chica una de las mejores frases de Calle 13: "Dame la mano y vamos a darle la vuelta al mundo". Algunos lo hacen, otros darán la vuelta al mundo en cada vacación.
Desde mi punto de vista, ambas decisiones son respetables y admirables, sobre todo la segunda, la de quedarse y con cada ahorrito viajar un poco por 15 días durante temporada, pero volver a la comodidad del hogar; porque les diré: no es nada fácil simplemente ver que la mitad de tus amigos van de un lado a otro sin ninguna atadura, mientras te preguntas “¿cómo lo hacen? ¿cómo lograron dejarlo todo sin tener ninguna seguridad en el futuro?”. Quedarse requiere de mucho coraje.
En mi caso, R y yo somos muy diferentes y representamos cada una de las partes de ese panorama generacional que se pregunta ¿viajar o no viajar? Por eso, sumado a que somos de países diferentes, encontrar puntos en común sobre nuestros planes de vida ha sido todo un desafío. Las discusiones pueden ir perfectamente desde el “no quiero que mi hijo se llame Claudio" (típico nombre chileno que a la fecha no entiendo), hasta el “dónde vamos a vivir. ¿Colombia o Chile? ¿Estados Unidos o Europa? ¿Asia o América?”. Por mi parte y a pesar del innegable miedo, soy de las que extiendo la mano y digo "¡VÁMONOS A CUALQUIER PARTE!". R es de los que piensa en cosas como la pensión, en que los hijos se planean sobre bases económicas sólidas, que lo más importante es recibir un ingreso mensual y tener vacaciones pagas.
Pero la reflexión va a que a pesar del modelo de vida que estoy persiguiendo ¿de cuándo acá ser libre significa no pensar en el futuro económico de nosotros y de la familia?. Yo no me atrevo a juzgarlo porque también he vivido la estabilidad y aunque efectivamente esa no es una vida que me llene (hoy), tener una empresa que cuide de ti es bastante confortable, mejor aún si en esa empresa haces cosas que te gusten.
Pero así es, nuestra generación se ha divido entre los que viajan como estilo de vida y los que no; entre los que cuentan números de países en Tripadvisor, sellos en el pasaporte, "checkines" en Foursquare y en los que postean fotos de sus hijos en el parque un domingo y son socios frecuentes de alguna cadena hotelera de ejecutivos. Un poco las mismas diferencias que hay entre R y yo.
Poniendo esto en perspectiva, nosotros no queremos pertenecer a ninguno de los dos grupos. Ese fue nuestro común acuerdo. Ambos estilos de vida están sobrevalorados hoy en día, sobre todo cuando lo que quieres es diseñar tu propio camino. Hemos decidido que nuestro viaje será lento, a nuestro ritmo, donde nos podamos sentar a saborear los lugares, la gente, las costumbres a nuestro alrededor, siempre sacando de todo eso el mejor provecho para nuestras carreras y para la pareja.
¿Y cómo se logra eso? No sé. No tengo la menor idea... supongo que si para superar las penas hay que entender que "la procesión va por dentro", o sea, hay que curarse uno mismo; para viajar y dar el salto se debe asumir que el hogar está donde el corazón esté tranquilo y feliz. Mirar hacia adentro y mirar al otro sin importar donde estemos es una fórmula que probaremos y contaremos cómo nos va. Por ahora el viaje continuará y hay muchas decisiones importantes que tomar....
Para los viajeros recomiendo este blog: Mochilas en viaje y les dejo una frase que me copio de su entrada "Manifiesto de viaje" en donde citan al gran periodista: Ryszard Kapuściński:
“Son muchos mundos y cada uno es único. Y hay que conocerlos porque sus respectivas culturas no son sino espejos en los que vemos reflejada la nuestra. Gracias a estos otros mundos nos comprendemos mejor a nosotros mismos, puesto que no podemos definir nuestra identidad hasta que no la confrontamos con otros”
R me presentó la nieve... gracias por mostrarme Chile, la nieve, los leones marinos y por ahora estar dispuesto mostrarme el mundo. Te amo.
Chile 2013
